En el fascinante mundo del ciclismo, la conexión entre las bicicletas y el medio ambiente se despliega como una narrativa de movilidad sostenible. La silueta grácil de las bicicletas y su casi inexistente emisión de gases de efecto invernadero durante el viaje las consagran como un pilar en la lucha contra la contaminación atmosférica en entornos urbanos.
A primera vista, las bicicletas parecen ser la respuesta verde definitiva. Sin embargo, para desentrañar su verdadero impacto ecológico, es crucial considerar su ciclo de vida completo. Desde la extracción de materiales hasta el proceso de fabricación, distribución y gestión de residuos, cada etapa cuenta en la huella ambiental de este icónico medio de transporte.
"Cuanto más la uses, menos contaminas"
Estudios revelan que si optamos por la bicicleta en desplazamientos urbanos de menos de 8 kilómetros, podríamos reducir más de 7 millones de toneladas de CO2 anualmente.
A medida que exploramos el impacto medioambiental, la huella de carbono de una bicicleta se cifra en aproximadamente 21 gramos de CO2 por kilómetro. Esta cifra fluctúa según factores como el tipo de bicicleta, desde las urbanas básicas hasta las eléctricas de alta gama, donde la extracción del litio y la logística global desempeñan un papel crucial.
En este juego de cifras y ecuaciones, la bicicleta emerge como el campeón ecológico. Su huella ambiental se aproxima a la del peatón, según una investigación del Instituto Tecnológico de Massachusetts. Más que un medio de transporte, la bicicleta se posiciona como un aliado en la senda hacia un futuro más verde.